22 de abril de 2016

TAXI

En un nuevo capítulo de la saga rioplatense, la lucha por la supervivencia se recrudece sumergiéndonos una pulgada más en el barro de la barbarie; los reportes hablan de choferes de Taxis cortando orejas a choferes de Uber. 
Leo en el diario una crónica salvaje; taxistas usan la propia aplicación para rastrear a los ubertos. Valiéndose de la información de perfil que se brinda (inteligencia colectiva de una especie que se adapta), identifican chofer y vehículo. Cuando están seguros (o casi) lo rodean. Golpean el auto, lo rayan con clavos, rompen vidrios. El chofer es bajado de los pelos ante la horrorizada mirada de una pasajera que viajaba camuflada en el asiento delantero. Cuando la policía finalmente lo rescata, los taxistas estaban a punto de arrancarle el corazón para ofrendarlo a su dios. En fin... Agradezcamos, porque nos es dado avistar el infierno con anticipación.

Valiéndome ahora de la vigencia del tema, atraigo inversores a mi blog publicando una foto de hace seis años:
Hacía mis primeras armas en la "reportería gráfica" (para los lectores de Centroamérica), recorriendo la ciudad en busca de una noticia que cubrir, cuando el negroGonzalezOro me alertó por radio sobre un movimiento inusual en el ocaso porteño; Taxis con sus jinetes se congregaban en las inmediaciones del obelisco para comer en Güerrín y celebrar alguna clase de ceremonia pagana. 
Llegado al lugar después de sortear el tránsito de la hora pico, me enfrento básicamente a dos grandes dificultades; la falta de luz del crepúsculo invernal, una prueba difícil para el sensor de mi 40D. Y la manifiesta hostilidad de algunos caciques taxistas que, vociferando en su lengua, tratan de impedir el accionar de la prensa al tiempo que lanzan toda clase de amenazas.

Esta es la mejor foto que pude hacer:

Los puristas podrán argumentar que "corté" el obelisco. Y tienen razón... A pesar de eso, la foto salió publicada en la tapa del diario La Prensa.
Y fue no solamente motivo de alegría personal, sino también puntapié inicial de una feliz etapa de colaboraciones en el diario más antiguo de la Argentina; puerta de entrada al siempre excitante mundo del fotoperiodismo.