9 de julio de 2013

Volver, o "el chancho es pa´ el barro"

Después de un largo tiempo que pasé dedicado al más glamorosa de las fotografías, rodeado de hermosas modelos y peluqueros metrosexuales, me tocó volver a hacer un poco de lo que podemos llamar prensa diaria, breaking news,  o las fotos que las mamás se imaginan que hacen los fotógrafos.
En el caso que nos convoca (siempre les digo eso a mis alumnos), prensa diaria es un evento multitudinario con dos o tres figuras estrella, mucho público, curiosos y un nutrido entorno compuesto por personal de protocolo, el sub-secretario, los que vinieron del ministerio, la gente de cultura, el asistente de alguien, la mina que está a cargo de lo que sería, choferes y guardaespaldas todos con el mismo peinado y la misma cara de orto y así, una troupe gigantesca sin funciones específicas (salvo, quizás, los choferes), todos abocados más o menos a la misma indefinible tarea, corriendo mientras hablan por teléfono y cuyo negocio, en palabras de un poeta contemporáneo, es difícil de explicar y fácil de enseñar. Todos personajes pintorescos que parecen hacer causa común a la hora de entorpecer el trabajo de la prensa
Y finalmente la prensa, ese colectivo sin rostro al que se refieren cuando dicen "dejen entrar a la prensa", o "en este sector va a estar la prensa (y de acá no pueden salir)", o "después del acto va hablar con la prensa" (así que ahora entreténganse con canapés). 
Atrapados en una relación de amor/odio con el público, las estrellas y el entorno, la prensa se compone básicamente de fotógrafos, camarógrafos con sus asistentes, noteros cronistas y movileros, algún productor que vino porque le interesaba, y la versión amateur de cada uno de ellos; que vienen a ser viejos con cámara, nenas en jeans apretados que filman con el celular, señoras que se cruzan en la toma para preguntar "quién está" y gente del entorno que, no sujetos a las restricciones que se aplican a la prensa pero gozando de las libertades que su dudosa jerarquía les confiere, compiten con los profesionales a la hora de grabar con su teléfono o empujar.

Esta heterogénea argamasa que mata el tiempo mandando mensajitos, tratando de comer o simplemente bostezando, espera pacientemente (hace guardia, en la jerga) alguna señal -una puerta que se abre, un auditorio que aplaude, un auto oficial que se acerca hasta la entrada- para lanzarse en un frenesí taurino al grito de "ahí viene" y competir salvajemente para conseguir el material. Esto se traduce en correr, empujar, hacer una foto, empujar un poco más, tocar algunos botones de la cámara mientras se corre de espaldas, hacer esta vez una foto que sirva (siempre corriendo y empujando para  mantener la posición), y después salir rajando para enviar el material. 


Adolfo Perez Esquivel es escultor, Premio Nobel de la Paz, docente, mediador en conflictos internacionales, activista por la libertad y la autodeterminación de los pueblos, y el protagonista de esta foto con aires cincuentosos (para decir algo), que me gusta mucho y creo que es la que mejor salió de todo ese Jiu Jitsu mediático. Como se ve,  el desafío es mucho más aeróbico que estético.   




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