30 de junio de 2012

Una agradable sorpresa editorial

Guillermo Calabrese es actualmente el director del Colegio de Cocineros Gato Dumas, y es uno de los cocineros "mediáticos" o "cocineros de la tele", lo que significa que está acostumbrado a las cámaras, a las fotos, al maquillaje y a los "prenseros". También es uno de los pocos chefs (tal vez el único) capaz de aceptar el desafío de hacer un programa de cocina por radio, donde de nada sirve el recurso de picar la zanahoria chiquitita, y vale menos un "paladar absoluto" que un registro de barítono, y donde el crepitar de los chinchulines encima de la parrilla se convierte en el climax de la programación. 
La idea de fotografiar al cocinero-actor en las espaciosas y relucientes aulas-cocina de la escuela prometía un éxito fotográfico.
Don Guillermo colaboró alegremente durante las tomas (también lo hizo un asistente cuyo nombre no recuerdo, cortando perfectas julianas de morrón y zapallitos), proponiendo y actuando mucho más esmeradamente que todos los cocineros que conozco.
Pudimos hacer varias imágenes que los curiosos pueden ver acá, y que los menos esforzados pueden adivinar: Baste decir que se parecen a la-foto-que-se-publica-cuando-se-entrevista-a-un-cocinero (un poco de cinismo profesional).
Enardecido mi ánimo por las fotos que habíamos logrado, y animado por la predisposición del chef, decidí probar una foto que me gusta mucho y casi nunca me sale bien. Ante las miradas de los presentes; intrigado el hombre de las julianas, predispuesto el señor director de la escuela de cocina, y recelosa la prensera (desconfiando de cualquier cosa que yo o alguien más pudiera hacer o decir, incluso sugerir, y que escapara a los lineamientos de lo aprendido en la carrera de comunicación), apagué mi flash y me coloqué debajo de la linea de cucharones con las piernas bien abiertas y los codos pegados al cuerpo (eso para los que pensaban que no iban a aprender nada  en este blog), y le pedí a Guillermo que pasara caminando delante de mí. 
La foto que salió fue esta:

 En la primera edición que hice para enviar las fotos, se quedó afuera. Me pareció que era demasiado "artística", y que no servía (que no la querrían usar) para ilustrar la nota. 
Mientras elegía en su lugar imágenes más prolijas y clásicas, me preguntaba qué sentido tiene disparar fotos predestinadas al descarte.
Decidí que tener la posibilidad de hacer fotos como esta, es la razón por la cual hacemos todas las demás, y la envié junto con el resto para tranquilizar un poco a mi conciencia poética. Conciencia que se vio recompensada cuando encontré que la imagen había sido la elección principal del editor. 
El regocijo compartió espacio con un poco de culpa por pensar que la edición tan "cuadrada" que se hacía, no dejaba margen para la creatividad.