29 de abril de 2012

Una foto que no salía bien. O "cómo hacer una foto con dos flashes, utilizando un sólo flash".

Isela Costantini es la nueva CEO argento-brasilera de la General Motors en el país. En este país. Era una nota de tapa segura, y fuimos (fui) con una idea concreta de la foto que tenía que hacer.  Un retrato que pudiera recortarse, preferentemente con un fondo blanco o bien iluminado, con un poco de angular (solo un poco) y la modelo en alguna postura que denotara la actitud fuerte y enérgica que se supone debe tener una mujer joven que llegò a ocupar unalto cargo en una empresa lider dentro de un sector particularmente competitivo. Después de cumplir con todo esto tendría la libertad de hacer algunas fotos más (para la apertura de la nota y algún recuadro) “como yo quisiera”.
En el mail de la gente de prensa de General Motors advertían “Van a tener una hora para toda la nota”, así que tuve la precaución de llegar con tiempo suficiente. Suficiente para tomar un café en la esquina y después esperar en un sillón mientras se hacía tarde. Cuando me recibieron tuve cinco minutos para dar una rápida mirada a la sala de reuniones y armar el equipo. Valga la redundancia cuando digo que la sala de reuniones era una sala horrible sin atractivo ninguno, y que sería el principal obstáculo a vencer para conseguir una foto ya no digamos impactante, sino por lo menos decente.
Después de otro pequeño cambio de planes (no de “nuestros” planes) nos avisaron que solo tendríamos 50 minutos para la nota (la nota y las fotos). En el tiempo que me correspondía me las arreglé para hacer algunos retratos con y sin los horrendos banners plásticos que me habían facilitado, y después le pedí a Isela que se ubicara delante de una pared blanca para hacer fotos que fueran más fáciles de recortar. Me subí a la mesa lo más rápido que pude para evitar que me detuvieran, y disparé las fotos que tenía pensadas, con el fondo blanco, el gran angular, un ángulo ligeramente picado, y la luz del flash bien cerca del sujeto para darle algo de carácter a la iluminación.
Después tuve la osadía de proponer que siguiéramos haciendo fotos en la entrada del edificio. Creo que aceptaron solamente porque ahí estaba la oportunidad de incluir en las fotos algún vehículo de la marca.
Me apuré para hacer fotos con distintos lentes, horizontales y verticales, incluyendo o no el auto que habían traído. Cuando terminamos, Isela, que había colaborado muchísimo para las fotos, me dijo con una sonrisa encantadora: “espero que no tengamos que volver a hacer fotos hasta dentro de tres años, por lo menos”.
Ni ella ni yo imaginamos que estaríamos repitiendo las tomas sólo dos días después. Esta vez sí, con  mucho menos tiempo y entusiasmo. 


La idea que más gustaba era esta, pero no convencía la diferencia de iluminación entre el lado derecho y el izquierdo del sujeto, cosa que yo había planeado estratégicamente, colocando mi paraguas (a esta altura, la estrella indiscutida del blog) a pocos centímetros del rostro de Isela (un palmo, para los lectores angloparlantes). Me parecía que esa diferencia de luz aportaba algún atractivo al retrato anodino que estaba haciendo. 

El problema parecía ser que, una vez recortada la silueta y pegada sobre un fondo liso, esa diferencia de iluminación resultaba antinatural
Se me ocurrió que podía resultar antinatural y a la vez atractiva. O  bien, que se podía eliminar ese efecto degradando el color del fondo en la misma proporción del sujeto.
Pero insistir en esto podía interpretarse como un rechazo a la idea de salir corriendo con mi gigantesca mochila y el bolso del trípode, para atravesar el microcentro a la hora pico en busca de una nueva imagen, así que acepté el desafío y partí. 
Los ánimos de dos días atrás se habían esfumado, y ni la gente de prensa de GM, ni su flamante CEO, ni la recepcionista ni yo estábamos tan entusiasmados con la idea de las fotos. Me advirtieron que esta vez sí tendríamos apenas unos minutos para resolver.

Pedí a mi sujeto que se ubicara de costado ante una pared blanca, tan cerca como las normas de la buena educación me lo permitían. Del otro lado puse mi paraguas, esta vez arriba de la mesa y bastante más alejado. Se supone que de esta manera, la cantidad de luz que llega al sujeto, y la que llega un poco más allá y rebota en la pared blanca, no son taaaaan diferentes, y se obtiene una iluminación mucho más pareja que puede parecer (a cualquiera que no se tome un minuto entero para analizar la foto), la que producirían dos fuentes de luz. 
-Para una mejor comprensión de esta idea, por favor lean cualquier otro blog de gente que realmente sabe lo que hace y puede explicarlo mucho más claramente-.
 Hice apenas tres fotos rogando que salieran bien, atento al mismo tiempo a los reflejos, a las sombras, a los mechones de pelo que pudieran desordenarse, a las arrugas de la ropa que podían aparecer, al pestañeo inoportuno y así.

De vuelta en la redacción todo quedó en manos del "Gato" Arima, excelso gurú del diseño y la composición. Con su talento, mi material y la opinión de todos los que al caso andaban por ahí, se propusieron tres o cuatro modelos de tapas bastante satisfactorias (que son las que ilustran esta entrada y cuyo crédito compartimos). 
Finalmente, la versión elegida, y que fue a la tapa de la revista que todos ustedes compraron (si no es así, vayan a comprarla ahora!), esta hecha con una de las fotos de la primera sesión, iluminada apenas con la luz de un día nublado:


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